Como cuidar cuando las rabietas asustan

Una de las inquietudes que llegan al espacio de consulta es la preocupación por atajar las reacciones agresivas en los más pequeños de la casa.

Cuando apenas comienzan a caminar con destreza, muchos papas nos hemos quedado atónitos si el peque nos levanta la mano, nos grita o golpea a la altura de la rodilla. Más adelante si por ejemplo, el tiempo de la Tablet ha terminado y lo hacemos notar, el “enano” nos mira como si fuésemos su peor enemigo.

El miedo nos recorre el cuerpo, ¿en qué nos hemos equivocado? ¿Será ésta la primera señal de que nuestro bombón se ha convertido en un tirano? ¿Dónde ha aprendido a pegar, si en casa no creemos en la eficacia de la zapatilla y el tortazo?

Dejemos los temores personales a un lado y observemos atendiendo a las necesidades de nuestro hijo. Un gesto, el silencio, el llanto y también un minipuñetazo son los medios de expresión que un niño o niña tiene a su alcance, hasta el dominio del lenguaje. Rudimentarios recursos con los que en no pocas ocasiones no logra lo que desea de ese mundo apasionante que ahora comienza a explorar.

También continúa experimentándose a sí mismo. A lo largo del primer año ha ido adquiriendo un mapa de su cuerpo pero… ¿Cuánta fuerza tengo? ¿Cuánto puedo gritar? ¿Cómo reacciona el otro si yo…?.

Con este panorama podemos dejar a un lado miedos y culpas que sólo mermaran las energías que necesitamos para educar y buscar soluciones. Podemos además entender que ese manotazo o grito desafiante es un hecho puntual que surge de forma espontánea para ponerse a prueba, explorar y expresar una necesidad.

Nuestro hijo de 2, 3 o 4 años no es un tirano aunque su comportamiento aquí y ahora debe corregirse con claridad.

 Y llegados a este punto en el que hemos entendido para qué mi hijo está haciendo esto…

  • ….para expresar su frustración
  • ….para experimentarse imitando el mamporro que observo en los dibujos animados
  • ….para buscar contacto y juego
  • ….para….

¿Qué podemos hacer?

He de confesar que soy poco amiga de lo que yo llamo “recetas de cocina”: observa a tu hijo, valora qué personas están a su alrededor, observa que elementos en el contexto promueven esa conducta y llevad a cabo un plan de equipo para erradicar esas reacciones en el pequeño.

Por tanto sigue estas pautas pero hazlas a vuestra medida:

  1. No le pegues, ni poco, ni mucho. Le estaremos ofreciendo un mensaje confuso…”tú no puedes pegar, pero a veces en casa sí se pega”
  2. Busca un medio de contener su movimiento sin dañarle, puede ser físicamente pero también sacándole de la escena, distanciándole del grupo.
  3. Exprésale verbalmente de modo concreto que eso, no está bien y suma mensajes gestuales al respecto de las consecuencias: “pupa”, daño, tristeza. Los peques comprenden el lenguaje muuucho antes de ser capaces de expresar palabras y frases.
    ¡Ahí llevas ventaja!, te entiende a la perfección. Así que ofrécele un mensaje concreto sobre cómo quieres que se comporte. No basta con un “¡Sé bueno!”… háblale en términos más claros, por ejemplo “no me gusta que grites, si quieres jugar me das la mano y vamos a tu habitación…”
  4. Permanece atento cuando pida algo sin gritar o sea capaz de jugar sin pegar, hazle sentir tu orgullo, tu sorpresa y satisfacción por ese magnífico comportamiento.

Y por último, dale la opción de reparar, pedir perdón, reconstruir la relación y aprender algo de sí mismos.

Os dejo con unas palabras de Rosa Jové autora de Dormir sin Lágrimas y Crianza feliz, lecturas que inspiran confianza en la apasionante misión de educar

“Quiéreme cuando menos me lo merezca que será cuando más lo necesite”

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