La pérdida de un ser querido que era fuente de tantas cosas en nuestra vida es una experiencia durísima de la que no podemos librarnos. Hablamos poco de ello y aprendemos torpemente a sobrellevarlo, aunque junto a nuestro billete de llegada a la vida traemos, apenas sin excepción, la experiencia de la muerte de alguien amado.
Tan solos, inseguros y tristes nos sentimos ante la muerte, que nos ronda la cabeza la idea de no volver a ser quienes éramos y de que no podremos seguir adelante.
Si hay vacíos en cada rincón, aunque escuchas palabras de ánimo y la rutina te llama pero no sabes cómo calmar este dolor, puede ser una buena idea buscar orientación profesional. Con ayuda especializada podrás sentirte acompañado durante el tiempo que necesites. La terapia puede aportarte las dosis de escucha y de encuentro contigo mismo suficientes como para aceptar que hay experiencias personales esenciales que no vas a poder repetir y aun así, estar disponible para seguir vivo.
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